martes, 14 de junio de 2011

Tite Curet Alonso y un recuerdo que late desde Venezuela


Tite Curet Alonso y un recuerdo que late desde Venezuela
Por Lil Rodríguez


De todas maneras rosas…

Lo más parecido al amor eran esas miradas que se cruzaban Catalino Curet Alonso y Norma Salazar. No hubo duda de eso en quienes tuvimos la inmensa dicha de verlos juntos escribiendo ese poema inolvidable que se hace a dos cuerpos.

La primera vez que esas miradas se toparon fue un día de 1985 cuando Norma, andante sonrisa boricua con cara de anhelos libertarios vio al Tite en una calle de San Juan. Como a Norma le gusta declamar, y lo hace muy bien, no lo pensó dos veces y atravesó la calle para interceptar al famoso compositor y pedirle algunos poemas.

“Lo más que podía pasar era que me dijera que no, pensé”, nos contó Norma, quien había dejado las lágrimas sólo para el encuentro con roncito, y a solas. “No todo el mundo tiene derecho a ver nuestro llanto, amiga… eso hay que ganárselo”.

Fotos, periódicos, recuerdos, libros, franelas,… todo a un lado en la habitación del Anauco Hilton, Caracas, octubre de 2004. Lo importante es la mano extendida y el “te escucho, Norma”, como en los días de caminata por Río Piedras en Puerto Rico para buscar los cuentos de José Luís González y los discos de El Topo y Atabal.

“Nada, mi hermana… Le pedí los poemas y aquél hombre ni se inmutó. Nos miramos muy bien, eso sí. Y sólo luego me dijo que me llamaría, pero con una displicencia que yo, bendito, di por muerto aquél intento pensando que no me llamaría nunca”.

Jajajajajá. Es hermosa la carcajada a dúo cuando se afina en compás de complicidad. Jajajajajá. ¿Nunca?

En menos de 24 horas Catalino Curet Alonso llamó a Norma Salazar para pedirle que se vieran, pues tenía algunos escritos y quería saber si le servían…

Y fueron varios papeles y varias conversaciones. Mientras tanto, cumpliendo el poema de Andrés Eloy Blanco, el amor entre los dos hilaba, cerrando con costura borincana “verde luz” como el hilo de Antonio Cabán Vale, aquellas heridas de amores que se fueron, de amores peregrinos, de hijos y divorcios, de lágrimas y lluvia…

No había pasado un semestre cuando Tite Curet, de la manera mas hermosa, por simple, le dijo: “Vente conmigo a compartir la aurora…”. Campanitas de cristal. (Los hombres gustan de compartir la noche… pero… ¿La aurora?).



Luz y sombras

Juntos compartieron las auroras durante 17 años, hilando ilusiones, tejiendo sueños, aliviando la inquietud de los amigos y expresándose el amor, entre sombreros y turbantes, con la moral que da el amor, con la dignidad que da el amor, con el afán de servicio que da el amor... “Anacaona”… “Periódico de ayer”… “Mi triste problema”… “Las caras lindas”…

En julio de 2002 Norma se ausentó. Iba a Cuba con urgencia por causa de un tratamiento médico de su hijo. Y estaba en Cuba cuando el Tite hubo de ser ingresado a una clínica. Muchos la buscamos. Quien escribe recuerda haber llamado incluso a los colegas del programa “Deportivamente” de Radio Rebelde en La Habana para intentar localizarla.

Cuando Norma llegó al lado del lecho de Curet le dio los mensajes animosos que le enviaban los cubanos. Pero había hielo en aquél recinto. Y luego la bomba: Se le negaba el ingreso al cuarto de su marido por orden de la hija de éste.

Los vasos se vacían y se llenan en medio de aquellas confesiones sustentadas en recortes de prensa y mucho llanto. “Pues no me amilané y seguí visitando el hospital hasta que pude entrar. No le dije al Tite lo que me había pasado con su hija, pero él sí me dijo, con urgencia, porque sabía que se nos acababa el tiempo: “Mi hija exige que me vuelva a casar con su mamá”.



Trago largo. “Eso no va a pasar Tite, quédate tranquilo”.

Y es que nunca Tite y Norma pensaron en casarse. Las convenciones no los animaban y mucho menos aquello de “el patrimonio y los legados”.

Esa misma tarde alguien la llamó. “Lo casaron Norma, enfermo como está. Lo casaron esta tarde con su debilidad física y emocional a cuestas”.

Tal vez sólo en ese momento pudo ver el alcance del papel firmado….

Norma se fue a Francia. Puso un océano a separar el dolor. Tite Curet Alonso se fue a la Parada 15, de Santurce, el sitio donde le conocí de la mano de mis siempre fraternos Víctor Prada Vallés y Rafael Viera. Allí le consumía la tristeza… y también lloraba. Decía que mucha gente lo había engañado. “Quiero a Norma”, y el ay de la amargura se apoderaba de todos.

…como amantes

Norma no se iba a pasar la vida en Francia ni huyendo. Con absoluto prestigio ganado no por ser la compañera del Tite, sino por sus incuestionables méritos como folklorista y trabajadora cultural en una nación a la que niegan la condición de tal, la directora del grupo “Plenibom” sabía que se tropezaría con el Tite, como aquél día de 1985, al cruzar cualquier calle de San Juan.

Un día salió hacia el supermercado y al pasar frente a la Plaza de Armas escuchó un singular: “Norma”, pero pensó que era su imaginación. Un segundo llamado la hizo reaccionar. Al otro lado de la calle, sentado en un banquito, estaba Tite. “Ven acá, siéntate”, le dijo.

Norma confirma lo que ya había contado en Puerto Rico. “Yo crucé, claro. Pero al verlo se me fue el coraje. Hablamos mucho, muchísimo". Ese día quedaron en almorzar.

Chocamos los vasos en la tarde caraqueña que evoca a la boricua.
“Sí, amiga, claro: Nos veíamos, nos amábamos, salíamos, y a la poesía no le importó que yo ahora fuera amante. Y a mí tampoco”.

Todo tiene su final…

Un día el Tite la mandó a buscar con urgencia. Se vieron en la Parada 15. “Nos tomamos un café…él se comió unos pastelitos… y me dijo: ‘Mi hija me quiere llevar a Estados Unidos. Yo no me quiero ir. No dejes que me lleve…”.

Llanto otra vez, pues nada corría a favor de los amantes…
Norma cuenta que intentó tranquilizarlo, y luego lo llevó a la casa de Pueblo Nuevo donde él vivía. “Me quedé mirándolo intensamente hasta que llegó a la puerta. Fue la última vez que lo vi…”.

El viernes, 5 de agosto se cumplieron dos años de la ausencia física de Tite Curet Alonso, periodista, compositor, boricua, amigo, quien hizo aquél viaje indeseado para fallecer en Baltimore. Un venezolano (William Nazaret) se ocupó de trasladar sus restos a Puerto Rico, y Borinquen sintió dolor, el mismo que siente hoy como pueblo al no escuchar en radio (el comercio por encima del patrimonio) los temas de uno de sus más grandes y dignos compositores. Tranquila Borinquen, tranquila hermana, que acá, en Venezuela, te hacemos el quite con creces.
Profesión que llaman esperanza.

Reproducción de artículo publicado en Venezuela por la periodista Lil Rodríguez con motivo del segundo aniversario de la partida de Tite Curet Alonso.

16/ago/05

El maestro Catalino “Tite”Curet Alonso, junto a Norma Salazar y la periodista venezolana Lil Rodríguez.
(Foto suministrada)



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