Ante el deterioro de la noción de identidad venezolana, miramos nuestro pasado reciente y suspiramos mientras decimos vuelve Vicente Emilio, tal vez así vuelva el amor por la tradición musical venezolana y la necesidad de expresar, de difundir el cancionero venezolano porque nos sentimos orgullosos, porque amamos lo que somos.
El maestro Vicente Emilio Sojo, recopiló más de trescientas canciones venezolanas, transcribió, armonizó para piano, y difundió a través de sus alumnos, de su escuela y el Orfeón Lamas los sonidos que nos identifican, y convirtió su obra en un gran movimiento que tenía como objetivo realzar las tradición músical venezolana.
Ahora, para salvarnos de la alienación, para que despertemos del letargo de la insensibilidad, del no reconocimiento, necesitamos que el maestro Sojo vuelva, que vuelva con su rigurosa escuela, que vuelva con su claro objetivo de enseñarnos a profesar amor por nuestra música, por lo que somos realmente.
A continuación les presentamos una breve biografía del maestro Sojo escrita por Eduardo Lira Espejo. Les invitamos a leerla y a conocer más de su amorosa obra. Nuestro futuro depende ello. El amor es el único camino.
VICENTE EMILIO SOJO por: Eduardo Lira Espejo (Fragmentos)
Al maestro se le reconoce fundamentalmente por su extraordinaria labor de pedagogo, por su grandiosa obra como compositor y porque su larga e imponderable trayectoria de músico hizo de él una figura de altísimo relieve, conocida por todos los venezolanos con gran respeto y admiración.
Sojo venía de una familia de agricultores y artesanos, pero en la línea materna hay dos antepasados músicos: el Licenciado Francisco Castro y su hijo Domingo; ambos maestros de capilla de Chacao, y, el segundo, desempeño el mismo cargo durante un año en Guatire, no obstante su condición de soldado del Ejército Federal. Fue éste, Don Domingo Castro a quien dieron muerte en la esquina de Principal, en la Guerra de los Azules. A él se le atribuye la paternidad de la popular canción “Oligarcas Temblad, Viva la Libertad”- hoy recordada como símbolo de aquel trascendental momento histórico.
En el año 1906 a los 9 años de edad se traslada a Caracas para ejercer su oficio de tabaquero, oficio que ejerció hasta el año 1935.
En el año 1910 ingreso a la Academia de Música y Declamación como estudiante de Armonía bajo la tutela de Andrés Delgado Pardo. Allí también recibe la guía de los maestros Eduardo Calcaño Sánchez y Primo Moschini.
En la vida caraqueña la presencia del maestro Sojo es familiar. Su alta figura, sus grandes bigotes y su bastón le dan un aire de época pasada. Su generosidad es proverbial. Ayuda a unos y otros en gesto espontáneo y elegante. Parco al hablar. Diríase que la timidez lo inhibe. Hay en él actitud humilde. Mirada franca y penetrante, revelando sinceridad de sentimientos. Posee el orgullo sin altanería del hombre del pueblo, en el más elogioso aspecto del concepto, su protesta es tajante como la más fina hoja de acero.
Un día en época del General Gómez, el ministro cerró la Escuela de Música. El maestro Vicente Emilio Sojo para llevar el pan a su hogar, aceptó el trabajo ofrecido por un amigo escultor. Pintar, encaramado en un andamio, las torres de la iglesia de Altagracia. Allí lo vio el pueblo, con su arrogante figura y la limpieza reluciente en su frente. Este pueblo para quien ha dedicado toda su vida intachable del hombre artista.
Palabras de Sojo:
“Pensé que había que rescatar del olvido lo que había de bueno en la música folclórica y también en la popular. Más de doscientas melodías y canturias venezolanas, ya armonizadas han sido publicadas en ediciones diversas”.
“Para que la música de otros países no desplazara definitivamente a la vernácula, me propuse desde 1937 a rescatar del olvido a muchas de las bella canciones que produjo Venezuela en la segunda mitad del Siglo XIX. Además de las que conservaba en mi memoria obtuve la aportación de obras suministradas por Angel Calderaro, “Guerrita”, Ignacio Briceño, Teo Capriles, William Werner y Antonia Palacios. De las canturias folcloricas , varias fueron recogidas por Rafael Olivares Figueroa; de los aguinaldos a lo divino, una gran parte fue proporcionada por Juan Bautista Plaza y por Sergio Moreira. La suma de estos trabajos armonizados pianísticamente por mí alcanzan a más de doscientas piezas, como ya lo he dicho anteriormente.
“Deseaba dejar un material de información donde pudieran acudir los que iban a venir después. Ensayar con toda honestidad como ejemplo para los compositores más jóvenes, una manera, un estilo de armonizar y adaptar pianísticamente estas bellas muestras venezolanas del pueblo. Ahora, algunas de estas danzas del Siglo XIX se han incluido en los programas de estudio de las cátedras de piano. Se pretende con esto que los alumnos se familiaricen y aprendan a desentrañar el ritmo y la gracia que son propios de los venezolanos”.
“Habia observado que en los actos culturales de las escuelas caraqueñas resonaban mejicanismos, cubanismos y argentinismos de la peor especie. Era necesario procurar un viraje saludable...” Composición de obras para el cancionero escolar venezolano en 1940.
En enero de 1936, Sojo recibe el nombramiento de Director de la Escuela de Música y Declamación, llamada hoy Escuela Superior de Música José Ángel Lamas, de la cual era desde 1922 profesor de teoría y solfeo. Este nuevo cargo constituyó para él una preocupación nueva. Se propuso ensanchar el número de materias de especializaciones en el plantel, pues allí existían solamente cátedras de piano, canto, violín, clarinete y flauta, teoría y solfeo, historia de la música, armonía, guitarra y cornetín.
La labor del Maestro Sojo en la enseñanza musical es definitiva. Posee disciplina arraigada, característica del autodidacta. Comprensión y ductibilidad psicológicas del que se ha formado por sus propios esfuerzos. De su clase de composición han salido los más talentosos y valiosos creadores de las actuales generaciones. Antonio Esteves, Ángel Sauce, Carlos Figueredo, Evencio Castellanos, Antonio Lauro, Blanca Estrella de Mescoli, Modesta Bor, René Rojas, Federico Ruiz, Juan Carlos Nuñez y muchos otros discípulos. Realizan un arte de estructura bien cimentada, el cual revela sólidos conocimientos. Sinceridad y orientación en el ángulo estético. Espíritu profesional y carácter venezolano, definidos.
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