Por: GREGORIO
J. PÉREZ ALMEIDA
El mito moderno de los derechos
humanos está contado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos
(DUDH), redactada previamente por una élite blanca y liberal y aprobada por la
Asamblea General de la ONU, en París, el 10 de diciembre de 1948. ¿En qué
consiste este mito? Primero: da como un hecho que todos los seres humanos
tienen los mismos derechos a la vida, a la libertad (de pensamiento, religiosa,
etc.), a la igualdad y a la justicia tal y como las conciben los blancos.
Segundo: concibe al individuo blanco como la fuente natural de la que fluyen
los derechos humanos fundamentales. En otras palabras, considera los derechos
individuales (civiles y políticos) como principales o fundamentales y los
colectivos (económicos, sociales y culturales) como secundarios y de dudosa existencia.
Y, tercero: concibe al Estado, sin calificativos, como el único responsable de
la protección y/o la violación de los derechos humanos.
Este mito
relatado en la DUDH y en otros documentos “inalterables”, descansa sobre un
dogma que afirma que los derechos humanos existen desde que el ser humano está
sobre la tierra. Que son consustanciales a su ser. Sobre este dogma hay que
decir dos cosas cardinales.
Primera:
es falso que los derechos humanos existan desde siempre y en todas partes,
porque dichos derechos, tal y como los conocemos hoy, se parieron entre 1941 y
1948 en una sala de parto ubicada en Washington, EEUU. Segunda: la consecuencia
de la hegemonía mundial de este dogma liberal es que los individuos creen que
poseen derechos humanos así como tienen ojos para ver y que por poseer esos
derechos el Estado tiene la obligación de satisfacerlos a como dé lugar sin
deberes de su parte. Como si el Estado es una madre recién parida que debe
amamantar a su bebé cada vez que llora. Esto crea unos individuos que piden sus
“derechos” a gritos como el neonato la teta.
El colmo
de este mito es que quienes se lo creen, aseguran que los derechos humanos nada
tienen que ver con la política. Que son apolíticos como una mata en un porrón.
Y convierten al individuo en un portador de derechos fundamentales que está
frente al Estado concebido como un aparato mecánico de satisfacción de
derechos. Lo escuchamos entre algunas personas que permanecen en los refugios y
protestan, arrechas, porque aún no les han entregado las viviendas. Lo dicen
sin tapujos: es mi derecho y el Estado tiene que satisfacerlo y no tengo que
agradecerle a nadie. Para nada toman en cuenta, ni valoran, que el gobierno los
socorra en la emergencia, les dé un refugio gratuito, comida, medicina, etc. Asumen,
con vehemencia, su condición de poseedores naturales del derecho a una vivienda
propia y ven al Estado como un ente que tiene la obligación “natural”, como el
Sol tiene que generar luz, de proveérselas.
En el
sostenimiento de este mito juega un papel determinante la conciencia política
de las personas. La derecha conoce el mito porque lo ha cultivado, promovido y
lo utiliza en su campaña electoral ofreciéndole a la gente que: “En mi gobierno
no tendrán que ponerse una franela roja para recibir el beneficio de las
misiones”. Es decir, remacha la idea de que los derechos son apolíticos, que
nada tienen que ver con la pugna entre derecha e izquierda que históricamente
ha marcado nuestras sociedades, ni con la opción electoral que ambas
representan. Como si votar por la derecha es igual a votar por la izquierda,
porque Estado y Gobierno es lo mismo y es apolítico.
Pero no
sólo la derecha cultiva el mito sino que también hay voceros del Gobierno
Revolucionario que lo tienen grabado en sus mentes y le dicen a los
beneficiarios de las políticas públicas que “el gobierno no les está regalando
nada sino que es su derecho…”, con lo que gestionan el mismo resultado que la
derecha, porque derecho sin deber es como un regalo y quien regala no pide nada
a cambio. Esto es así porque el reconocimiento efectivo y material del derecho
no va acompañado del reconocimiento de las luchas sociales que permitieron que
hoy exista un gobierno formado por personas de carne y huesos e identificadas
políticamente con la izquierda, que haga efectivos los derechos.
LA
REALIDAD
El siglo
XX nos dejó sin propuestas políticas claras y firmes. La identificación
tendenciosa del marxismo con la experiencia soviética y la consecuente
identificación del desplome de la URSS con la muerte del marxismo, dejó a las
izquierdas más enredadas que gallina picando espaguetis. Poco a poco, el
discurso político de confrontación entre derecha e izquierda como opciones
opuestas para organizar y orientar la sociedad y el Estado fue cediendo lugar
al discurso “imparcial” de los derechos humanos. Campo en el que el
“capitalismo real”, con su defensa de las libertades individuales, sacó ventaja
sobre el “socialismo real”.
En
Venezuela la realidad no ha sido distinta y hoy, a duras penas, se distingue
entre derecha e izquierda. La candidatura de la derecha lo tiene bien claro:
1°) identifica Estado y Gobierno, es decir desaparece la diferencia entre
“deber ser” y “ser”; 2°) presenta al Gobierno como apolítico, como una máquina
impersonal que debe trabajar para mantener la gobernabilidad, el progreso, la
eficiencia, etc., con lo que; 3°) separa la idea de los derechos humanos de la
idea del Gobierno Revolucionario y de las luchas sociales que lo impulsan, es
decir, invisibiliza la voluntad política colectiva necesaria para hacer
efectivos dichos derechos.
Nosotros/as,
desde la izquierda, debemos resaltar la diferencia entre Estado y Gobierno en
su relación con los derechos humanos. Enfatizar que el Estado está diseñado en
la Constitución (el deber ser), pero que de nada vale, que es un concepto
vacío, inerme, sin la voluntad política de las personas que conforman el
gobierno (el ser) y que son estas personas quienes hacen realidad, con sus
decisiones compartidas con el pueblo, los derechos humanos.
Aclarémosle
a nuestros compatriotas, que no hay “derechos humanos” per se. Ni existen
porque estén plasmados en la Constitución. Que lo que hay es la confluencia de
luchas sociales y voluntades políticas de izquierda que se hacen gobierno para
reconocer la dignidad humana. Que no se trata solamente de la lucha permanente
de los individuos y colectivos contra el Estado burgués para que les reconozcan
sus derechos sino de largas y dolorosas luchas por tomar el poder del Estado y
constituir un gobierno de izquierda que entre en sintonía con el pueblo.
Sintonía que se materializa en las políticas públicas y en la organización del
poder popular que acompaña al gobierno en su “mandar obedeciendo”.
En
nuestro caso, venezolanas y venezolanos del año 2012, se trata de reafirmar,
con nuestro voto el 7 de octubre, el apoyo al gobierno del presidente Chávez
para que siga la sintonía entre pueblo y gobierno. De no hacerlo, los derechos
humanos volverán a su tradicional papel de fuego fatuo que mantiene a los
pueblos caminando hacia una meta inalcanzable y que el discurso hegemónico
liberal señala con la frase iluminada cual publicidad de neón: “Todas y todos
tenemos los mismos derechos”.
29/09/12.-
Publicado por Ciudad CCS
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