jueves, 4 de octubre de 2012

Política y derechos humanos (mito y realidad)


Por: GREGORIO J. PÉREZ ALMEIDA

Ilustración: Etten Carvalo / Ciudad CCS
EL MITO

El mito moderno de los derechos humanos está contado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), redactada previamente por una élite blanca y liberal y aprobada por la Asamblea General de la ONU, en París, el 10 de diciembre de 1948. ¿En qué consiste este mito? Primero: da como un hecho que todos los seres humanos tienen los mismos derechos a la vida, a la libertad (de pensamiento, religiosa, etc.), a la igualdad y a la justicia tal y como las conciben los blancos. Segundo: concibe al individuo blanco como la fuente natural de la que fluyen los derechos humanos fundamentales. En otras palabras, considera los derechos individuales (civiles y políticos) como principales o fundamentales y los colectivos (económicos, sociales y culturales) como secundarios y de dudosa existencia. Y, tercero: concibe al Estado, sin calificativos, como el único responsable de la protección y/o la violación de los derechos humanos.

Este mito relatado en la DUDH y en otros documentos “inalterables”, descansa sobre un dogma que afirma que los derechos humanos existen desde que el ser humano está sobre la tierra. Que son consustanciales a su ser. Sobre este dogma hay que decir dos cosas cardinales.

Primera: es falso que los derechos humanos existan desde siempre y en todas partes, porque dichos derechos, tal y como los conocemos hoy, se parieron entre 1941 y 1948 en una sala de parto ubicada en Washington, EEUU. Segunda: la consecuencia de la hegemonía mundial de este dogma liberal es que los individuos creen que poseen derechos humanos así como tienen ojos para ver y que por poseer esos derechos el Estado tiene la obligación de satisfacerlos a como dé lugar sin deberes de su parte. Como si el Estado es una madre recién parida que debe amamantar a su bebé cada vez que llora. Esto crea unos individuos que piden sus “derechos” a gritos como el neonato la teta.

El colmo de este mito es que quienes se lo creen, aseguran que los derechos humanos nada tienen que ver con la política. Que son apolíticos como una mata en un porrón. Y convierten al individuo en un portador de derechos fundamentales que está frente al Estado concebido como un aparato mecánico de satisfacción de derechos. Lo escuchamos entre algunas personas que permanecen en los refugios y protestan, arrechas, porque aún no les han entregado las viviendas. Lo dicen sin tapujos: es mi derecho y el Estado tiene que satisfacerlo y no tengo que agradecerle a nadie. Para nada toman en cuenta, ni valoran, que el gobierno los socorra en la emergencia, les dé un refugio gratuito, comida, medicina, etc. Asumen, con vehemencia, su condición de poseedores naturales del derecho a una vivienda propia y ven al Estado como un ente que tiene la obligación “natural”, como el Sol tiene que generar luz, de proveérselas.

En el sostenimiento de este mito juega un papel determinante la conciencia política de las personas. La derecha conoce el mito porque lo ha cultivado, promovido y lo utiliza en su campaña electoral ofreciéndole a la gente que: “En mi gobierno no tendrán que ponerse una franela roja para recibir el beneficio de las misiones”. Es decir, remacha la idea de que los derechos son apolíticos, que nada tienen que ver con la pugna entre derecha e izquierda que históricamente ha marcado nuestras sociedades, ni con la opción electoral que ambas representan. Como si votar por la derecha es igual a votar por la izquierda, porque Estado y Gobierno es lo mismo y es apolítico.

Pero no sólo la derecha cultiva el mito sino que también hay voceros del Gobierno Revolucionario que lo tienen grabado en sus mentes y le dicen a los beneficiarios de las políticas públicas que “el gobierno no les está regalando nada sino que es su derecho…”, con lo que gestionan el mismo resultado que la derecha, porque derecho sin deber es como un regalo y quien regala no pide nada a cambio. Esto es así porque el reconocimiento efectivo y material del derecho no va acompañado del reconocimiento de las luchas sociales que permitieron que hoy exista un gobierno formado por personas de carne y huesos e identificadas políticamente con la izquierda, que haga efectivos los derechos.


LA REALIDAD

El siglo XX nos dejó sin propuestas políticas claras y firmes. La identificación tendenciosa del marxismo con la experiencia soviética y la consecuente identificación del desplome de la URSS con la muerte del marxismo, dejó a las izquierdas más enredadas que gallina picando espaguetis. Poco a poco, el discurso político de confrontación entre derecha e izquierda como opciones opuestas para organizar y orientar la sociedad y el Estado fue cediendo lugar al discurso “imparcial” de los derechos humanos. Campo en el que el “capitalismo real”, con su defensa de las libertades individuales, sacó ventaja sobre el “socialismo real”.
En Venezuela la realidad no ha sido distinta y hoy, a duras penas, se distingue entre derecha e izquierda. La candidatura de la derecha lo tiene bien claro: 1°) identifica Estado y Gobierno, es decir desaparece la diferencia entre “deber ser” y “ser”; 2°) presenta al Gobierno como apolítico, como una máquina impersonal que debe trabajar para mantener la gobernabilidad, el progreso, la eficiencia, etc., con lo que; 3°) separa la idea de los derechos humanos de la idea del Gobierno Revolucionario y de las luchas sociales que lo impulsan, es decir, invisibiliza la voluntad política colectiva necesaria para hacer efectivos dichos derechos.
Nosotros/as, desde la izquierda, debemos resaltar la diferencia entre Estado y Gobierno en su relación con los derechos humanos. Enfatizar que el Estado está diseñado en la Constitución (el deber ser), pero que de nada vale, que es un concepto vacío, inerme, sin la voluntad política de las personas que conforman el gobierno (el ser) y que son estas personas quienes hacen realidad, con sus decisiones compartidas con el pueblo, los derechos humanos.

Aclarémosle a nuestros compatriotas, que no hay “derechos humanos” per se. Ni existen porque estén plasmados en la Constitución. Que lo que hay es la confluencia de luchas sociales y voluntades políticas de izquierda que se hacen gobierno para reconocer la dignidad humana. Que no se trata solamente de la lucha permanente de los individuos y colectivos contra el Estado burgués para que les reconozcan sus derechos sino de largas y dolorosas luchas por tomar el poder del Estado y constituir un gobierno de izquierda que entre en sintonía con el pueblo. Sintonía que se materializa en las políticas públicas y en la organización del poder popular que acompaña al gobierno en su “mandar obedeciendo”.

En nuestro caso, venezolanas y venezolanos del año 2012, se trata de reafirmar, con nuestro voto el 7 de octubre, el apoyo al gobierno del presidente Chávez para que siga la sintonía entre pueblo y gobierno. De no hacerlo, los derechos humanos volverán a su tradicional papel de fuego fatuo que mantiene a los pueblos caminando hacia una meta inalcanzable y que el discurso hegemónico liberal señala con la frase iluminada cual publicidad de neón: “Todas y todos tenemos los mismos derechos”.

 29/09/12.-

Publicado por Ciudad CCS

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